Un Dios soberano-I
¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? Lamentaciones 3:37, 38.
Este texto pertenece al libro de Lamentaciones, escrito por Jeremías, cuyo tema central es el dolor de Judá por causa de la primera destrucción de Jerusalén a manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Pero, el libro también presenta un mensaje alentador: “El Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres” (Lam. 3:31-33).
En otras palabras, el dolor no será eterno, ni es la voluntad ideal de Dios, ni el deseo de su corazón, afligirnos; no lo hace “voluntariamente”, sino cuando no hay más remedio. Y, si bien, en su sabiduría infinita, sabe que el único remedio que nos puede aplicar cuando estamos hundidos en el mal, o cuando quiere cumplir un propósito glorioso en nuestra vida, es permitir que nos alcance el sufrimiento, también se compadece de nosotros, y finalmente les pone un límite al mal y el dolor:
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová” (vers. 22-26).
Lo que nos toca a nosotros, frente al sufrimiento, no es cuestionar a Dios, cuestionar lo que no podemos entender de sus providencias, sino hacer un autoexamen que nos permita detectar qué cambios quiere producir Dios en nuestra vida, qué alturas de experiencia espiritual quiere producir en nosotros (vers. 40, 41).
No te preocupes por lo que no puedes entender, lo que te hace sufrir y tiende a hacer que te rebeles contra Dios. Te aseguro que hasta que estemos en la eternidad, y Dios mismo, cara a cara, nos explique los porqués y paraqués de su providencia, no podrás entender acabadamente los caminos misericordiosos pero muchas veces intrincados de Dios. Entrégate en sus brazos, y confía en él, hasta que pase la tempestad de este mundo en rebelión, y arribemos al hogar de dicha y paz de nuestro Dios.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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