Mantén tu confianza en Dios
Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno. Job 1:20-22.
A pesar de no ocultar su dolor, mediante manifestaciones culturales que nos resultan extrañas, como rasgar su manto, rasurarse la cabeza y postrarse en tierra, Job se remonta por encima de la adversidad y es capaz de seguir, a pesar de todo, manifestando su fe, su confianza en Dios, pues el texto bíblico nos dice que “adoró”. Job continuaba pensando que Dios seguía siendo digno de admiración y gratitud, que es lo que implica la adoración.
En nuestro texto de reflexión para hoy, lo que Job está diciendo es que la vida que poseemos, con todos sus dones, no es algo que tenemos por derecho propio, ni que lo hayamos conseguido por mérito nuestro, sino que es un don de Dios, que el Creador nos concede cada día como un regalo de su gracia. No vinimos al mundo con nuestra ropa pegada, nuestro auto, nuestra casa, el teléfono celular, el Ipado alguna otra cosa, ni siquiera con la gente que nos acompañó durante nuestra existencia. Cada día, sin que muchas veces reflexionemos en ello, somos bendecidos de una manera abundantísima por Dios. Si nos faltara tan solo una de esas bendiciones innumerables, dejaríamos de existir.
Job no permitió que el sufrimiento lo hiciera abandonar sus principios y su esencia moral; no dejó que el dolor lo degradara. No permitió que lo tornara en resentido y nihilista, ni se entregó en brazos de la laxitud moral como forma de paliar su dolor y encontrar una satisfacción sustituía ante la pérdida y el sufrimiento, como hacen muchos.
Y, lo que es más importante: no “atribuyó a Dios despropósito alguno”. No puso en duda el carácter ni las intenciones de Dios, ni la sabiduría y la bondad de su trato hacia su persona. Creía, como lo diría San Juan siglos después, que “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5).
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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