Abías
El efod lo llevaba Abías hijo de Ajitob, que era hermano de Icabod, el hijo de Finés y nieto de Eli, sacerdote del Señor en Siló. Nadie sabía que Jonatán había salido. 1 Samuel 14:3.
La memoria de Dios es increíble. Teniendo, por ser Dios, la posibilidad de recordar todos los detalles de todas las horas de todos los seres humanos, él elige olvidar -rápida y definitivamente- todo aquello que nosotros le pedimos que olvide.
Imagina si Dios recordara cada uno de tus pecados. ¿Qué posibilidad de vida tendríamos? ¿Cómo podríamos buscar nuestra salvación? La presencia de Abías en el relato es la confirmación de que Dios se maneja de una manera diferente.
El versículo de hoy nos presenta, con lujo de detalles, a un personaje que es innecesario para el relato. Su presencia o su ausencia no modifican sustancialmente la historia que se nos está relatando. Sin embargo, Dios toma interés en mencionarlo no solamente como un elemento decorativo, sino con informaciones personales suficientes como para que no queden dudas de quién es.
La Biblia podría decir: El sacerdote estaba con Saúl. Punto. No precisa más. Pero el Dios que olvida tu pasado no se conforma con decir que había un sacerdote junto al ejército, sino además lo señala con su nombre y su genealogía. Hermano de Icabod, símbolo viviente de la decadencia espiritual de Israel. Hijo de Finés, uno de los peores sacerdotes que el pueblo de Dios tuvo en su historia. Nieto de Eli, aquel sumo sacerdote que recibió al niño Samuel en el Tabernáculo, y que murió cuando le informaron que el arca del pacto había sido robada por los enemigos de Dios.
Sinceramente, ¿qué chances de liderazgo espiritual le darías al hijo de un sacerdote como Finés, que jugaba desvergonzadamente con las cosas sagradas? ¿Tú le darías el honor de vestir el efod sacerdotal al hijo de un hereje convicto? Abías no tenía culpa de nada, pero su familia le habia hecho mucho daño espiritual al pueblo. ¿No sería conveniente que Dios sacara a ese grupo familiar del medio de los sacerdotes de Israel?
Dios trata a cada uno como si fuera el primer hombre en la tierra. Él no te condena por la vida de tus antepasados; él no te salva por las virtudes de tus ascendientes. Él se preocupa por cada uno de manera específica y especial. Ama a Dios por su memoria.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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