Merab
Saúl tuvo tres hijos: Jonatán, Isví y Malquisúa. También tuvo dos hijas: la mayor se llamaba Merab, y la menor, Mical. 1 Samuel 14:49.
Si bien esta es la primera aparición del nombre de la hija mayor del primer rey de Israel, la verdadera historia de esta mujer aparece unos capítulos más adelante, en el 18.
“Un día Saúl le dijo a David: ‘Aquí tienes a Merab, mi hija mayor. Te la entrego por esposa, con la condición de que me sirvas con valentía, peleando las batallas del Señor’. Saúl pensaba: ‘Será mejor que no muera por mi mano, sino a mano de los filisteos’” (1 Sam. 18:17). La historia no termina allí: “Sin embargo, cuando llegó la fecha en que Saúl había de casar a su hija Merab con David, Saúl se la entregó por esposa a Adriel de Mejolá” (1 Sam. 18:19).
Otra vez, como en Génesis, la promesa de una hija dada en casamiento es dejada sin efecto por un suegro envidioso y mentiroso: y en su lugar, después del fraude, David recibió como esposa a Mical.
Esta joven se enamoró del futuro rey de Israel (ver 1 Sam. 18:20). De cualquier manera, Merab había sido prometida como premio al joven expastor de ovejas por su valentía. David, aunque no se siente digno de ser el yerno del rey, cumple con su parte con creces, pero Saúl le miente.
El enemigo de Dios te trata de la misma manera. Pará él eres apenas una trampa, un objeto, un elemento descartable, pues no está interesado en ti; solo busca lastimar el corazón del Padre. Tu salvación eterna o tu perdición no lo motivan. Él no busca verte perdido, porque tú no le importas; lo único que desea con su tentación es ver rodar una lágrima en la mejilla de Dios.
¿Por qué Dios permite que seamos tratados como objetos por personas a las que queremos? El maltrato o la traición, cuando lo recibimos de gente que no forma parte de nuestro círculo íntimo duele. Cuando parte de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestros vínculos más cercanos, lastima profundamente.
Merab es un personaje silencioso y sufriente en la Biblia, que nos enseña a entender que la familia, los líderes y hasta los amigos te pueden fallar; pero hay un Dios que te ama.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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