Reflexiones para tí.

Is-boset

Is-boset no se atrevió a responderle a Abner ni una sola palabra, pues le tenía miedo. 2 Samuel 3:11.

Ser un rey de mentira. Ser un líder de fachada. Sentir que eres deudor eterno de aquel que te ayudó; o peor, saber que así como te ayudó a llegar, tiene la fuerza suficiente y puede sacarte. En el caso de Is-boset, le podemos agregar el miedo -concreto, real y físico- que el militar generaba.

Dios no nos creó para que tengamos miedo. De hecho, es una de las consecuencias que nos dejó la entrada del pecado en este mundo. Y, como todo lo que entró con el pecado, encontró su salida en la Cruz. Es en el Calvario donde deben quedar clavados tus miedos.

El fracaso es un concepto que en el Edén no existía. La muerte es otro concepto que no significaba nada para Adán y para Eva. Mentira, traición, violencia… Todas las palabras que puedan surgir en nuestras mentes van a recorrer el mismo camino. Todas llegan hasta la puerta del Edén y no consiguen entrar. Se quedan -con el miedo- del lado de afuera.

Tengo más de cuarenta años y domino mi ansiedad frente a la oscuridad; pero no siempre fue así. Cada vez que tenía que andar por un lugar oscuro, sentía miedo. Creo que ese sentimiento me nació una noche en el Instituto Adventista del Uruguay, donde vivíamos, cuando mi hermano me asustó al aparecer desde atrás de un árbol de la casa de una vecina.

Pero lo cierto es que durante años, para ir de la cocina a la sala de mi casa, iba dejando una línea de luces encendidas…

No sé qué formas tienen tus miedos, pero el mismo Cristo que vino caminando sobre las aguas tormentosas hasta los discípulos es el que llega hasta tu vida, en el medio de tus tormentas o frente a tus peores enemigos, y te dice las mismas palabras que se escucharon hace más de dos mil años; “¡No tengas miedo!”.

Si observas bien y entiendes la palabra divina, por más que Abner sea grande, fuerte y desagradablemente robusto, la orden de Cristo (calma, clara y terminante) es: “¡No tengas miedo!”.

Tienes que saber que cuentas con la ayuda de Aquel que habla, y hasta el mar y las olas lo obedecen. Aprovecha la fuerza de quien quiere defenderte y darte ánimo cada día de tu vida y por toda la eternidad.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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