María Magdalena
María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Juan 12:3.
Textos como este deben ser los que usan los “estudiosos” de la Biblia para decir que María Magdalena estaba enamorada de Jesús y que tuvieron un hijo. Más allá de la posición –como mínimo– extraña de esta gente, María Magdalena tenía una deuda de gratitud con Cristo que ni mil litros de perfume pagarían. Todas sus lágrimas eran pocas, para agradecer lo que el Maestro había hecho en su vida.
¿Alguna vez sentiste que todos aquellos que te conocen se dieron por vencidos contigo? ¿Alguna vez te descubriste pensando que tú no tenías más solución? ¿Alguna vez llegaste a desconfiar de tus propias fuerzas? Multiplica ese sentimiento por siete, y llegarás –cerca– de lo que sentía María Magdalena por sí misma.
María es la hermana menor de Lázaro y de Marta. Ellos son de Betania. Entonces, debería ser María de Betania. Pero, la Biblia la presenta como María Magdalena. ¿Por qué? Porque fue en Magdala donde María intentó esconderse de su pecado y no consiguió hacerlo.
El problema del pecado es que no conoce de límites geográficos. Está tan arraigado en el alma que por más lejos que vayamos de nuestra casa, nuestra familia, nuestros conocidos; el corazón sigue viaje con nosotros y el pecado va junto.
Tu pecado no es culpa de tus padres, hermanos o amigos. Tu pecado es decisión tuya. Es verdad, a veces los otros –coloca en ese grupo a quien quieras– colaboran con tu inclinación a pecar, y en otras oportunidades –u otros grupos– te ayudan a no caer en tentación. Pero, en definitiva, la última palabra es tuya.
Betania, Jerusalén, Magdala… cualquier lugar era lo mismo para María Magdalena. La historia se repetía, solo cambiando el escenario. Cada nuevo paraje era una nueva esperanza para recomenzar; hasta que por mil motivos diferentes –tú conoces los tuyos, yo los míos y María Magdalena los de ella– caía otra vez.
María Magdalena sabía que la posibilidad de volver a caer estaba en cada esquina. Por eso eligió la mejor parte, la que no le puede ser sacada: estar siempre a los pies de Jesús.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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